Si en el primer Ajoblanco fuimos agitadores, en el segundo nos profesionalizamos para generar una buena revista cultural en el ámbito hispano. Destacamos la relación humana y cultural con Latinoamérica. Recorrimos África, Europa del Este y Japón.
Tras los sucesos de Tiananmen de 1988, bloqueamos el comercio internacional de China durante más de un mes mediante «el fax de la libertad». La lucha contra el vacío de valores, la denuncia de las falsas democracias y una actitud muy crítica frente a los poderes que asfixian el progreso social y político fueron también las armas de una revista que nunca quiso acomodarse.
La vida, el ocio, el humor, la multiculturalidad y un urbanismo humanista ocuparon parte de nuestras inquietudes. Y lo hicimos desde la independencia y la vocación por un periodismo crítico y de anticipación.
